Ascensión al Monte Perdido 3355m

VIERNES 18 DE ABRIL DE 2002
Son las 02:00 AM. Hemos quedado en casa de David y Neus, ¡Vaya madrugones que nos pegamos! Allí estamos todos sin falta: Juanjo, Ricard, Neus, David, David Papiol y yo. Apenas hemos dormido dos horas y ya estamos listos para las vacaciones de esta semana santa. Después de cuatro horas de conducción nocturna llegamos a nuestro destino: Torla (1030 m.) Ultimo núcleo habitado antes de entrar en el famoso valle de Ordesa, en el Parque Nacional de Ordesa i Monte Perdido. Este año queremos intentar diversas ascensiones por la zona, si la nieve y la meteorología nos lo permite, cosa que parece un poco difícil ya que las predicciones auguran mal tiempo.
Cargamos con nuestras pesadas mochilas hasta la estación de autobuses, son las 6:30 h de la mañana, y cogemos el autobús que por 3 € (ida y vuelta) nos deja en la Pradera de Ordesa (1320 m.), a 6 kilómetros de Torla. Somos de los primeros en llegar a este lugar. Son las 7:00 de la mañana. Comenzamos a ascender por el camino, ancho y cómodo, entre bosque y pequeños riachuelos que bajan de las cumbres. Según las indicaciones, hasta el refugio de Góriz, hay cuatro horas de caminata. Nos llevamos una sorpresa al ver
tan poca nieve por este gigantesco valle, tan solo algunas lenguas de aludes, que se resisten a convertirse en agua. No hace frío, el camino es ancho y la ascensión es moderada, el día despunta con sol.
El río Arazas ruge a nuestro lado y nos muestra su fuerza al precipitar sus aguas en impresionantes cascadas, digno de admirar.
Al mirar atrás, descubrimos, el Tozal de Mallo (2254 m.) y su impresionante pared, mito y leyenda de escaladas y escaladores. El camino se agradece, las rampas no son muy pronunciadas y con tantos kilos a la espalda, eso es algo muy importante.
De repente a Juanjo le empiezan a molestar las botas, hasta el punto en que las ampollas hacen acto de presencia en los talones y convierten cada paso en un suplicio.
Por acuerdo común, Juanjo y yo nos damos la vuelta y volvemos a la Pradera de Ordesa para volver a coger el autobús que nos deja en Torla y así poder cambiarse las botas por otras de trekking, que casualmente trae.
Con el resto del equipo hemos quedado en el refugio de Góriz.
En el camino de vuelta a la Pradera de Ordesa nos hemos dado cuenta de lo importante que es turísticamente el Valle de Ordesa, ríos de personas suben por el camino con la intención de admirar las maravillas de este valle.
Somos los únicos que cogemos el autobús en dirección al pueblo, en cambio los autobuses que llegan, descargan a decenas de personas con sus mochilas, sus bambas y alguna que otra gorrita.
En Torla, Juanjo se cambia, y volvemos a la estación de autobuses, que se encuentra infestada de domingueros. La cola para volver a coger el bus es, (a ojímetro) de mínimo una hora. Para nuestro asombro una empleada nos informa de que el servicio de autobuses se encuentra paralizado hasta las tres del mediodía por cupo en el número de visitantes, unos 1.800¡¡la leche!!
¡¡Subimos andando!!, son las 12:15h. decidimos que mejor que esperar hasta las tres, más hacer la cola correspondiente es mejor subir hasta la Pradera de Ordesa por el GR-11. este tramo de GR es muy bonito y también bastante transitado, discurre por la vertiente opuesta a la carretera. En nuestro camino se pueden admirar diversas cascadas, espectaculares por su belleza, con nombre propio como la cascada de Tamborotera.
Llegamos a la Pradera de Ordesa sobre las 14:15h. Descansamos para comer algo, tumbados en la hierba tan estética que crece en este prado. El ir y venir de gente, excursionistas y montañeros es constante. Ya estamos bastante cansados y todavía nos queda por caminar el inmenso valle de Ordesa, subir por las clavijas de Soaso y de allí llegar al Refugio con la infernal mochila a la espalda. Ahora nos encontramos donde esta mañana a las siete, son las 14:30h.
Continuamos nuestro camino y rehacemos todo el camino deshecho esta mañana. Llegamos al hayedo y lo cruzamos. Es increíble los cientos de personas que nos cruzamos, jamás había visto tanta gente en un camino de montaña. La única comparación que se puede aplicar a esta masificación es la de un día de campaña navideña en Portal de l’Angel ¡¡¡Imaginaos!!!
Llegamos a las gradas de Soaso, saltos de agua escalonados muy estéticos y como no infestados de turistas, fotógrafos, etc. Esta mochila es una tortura, llevamos muchas horas con ella a las espaldas. Al llegar al circo de Soaso, se percibe la inmensidad de este lugar, inmensos paredones cierran este valle de origen glaciar. Caminamos por las praderas, antes de llegar a la cola de caballo. Llegamos a la cola de caballo (1750 m.) exhaustos. Es simplemente espectacular. Los turistas la fotografían desde todos los ángulos posibles. La verdad es que no podemos pararnos a admirarla, nos preocupa llegar al refugio. Llegamos a la base de las clavijas de Soaso y las superamos sin mayor dificultad. Son divertidas, apenas 30 metros y ya estamos sobre una de las fajas que cierran el circo de Soaso. Comienza el dominio de las nieves.
Llegamos al refugio de Góriz (2200 m.) a las 19:30h. Exhaustos, cansados, sin fuerzas, ¡¡muy mal!! Nos reencontramos con nuestros compañeros, vienen a aliviarnos de nuestro peso y se alegran de vernos. Pensaban que ya no íbamos a subir y Papiol se estaba preparando un vivac al más puro estilo Gastón Rebuffat.
Mientras David y Papiol montan nuestra tienda, Juanjo y yo tan solo tenemos fuerzas para observarles. Estoy muy cansado y débil y tan solo tengo ganas de meterme en el saco. Observo el refugio, no es gran cosa. A nuestro alrededor hay diversas tiendas montadas. Todo esta cubierto de nieve, es la primera vez que vamos a dormir sobre ella. Comienza a apretar el frío, el sol ya se esconde detrás de las cumbres, miro hacia las tres Sorores (Cilindro, Monte Perdido y Soumd de Ramond o Añisclo) no me impresionan tanto, será la ultima vez que las vea.
Juanjo esta muy cansado. En cuanto esta la tienda montada, nos escurrimos a toda velocidad dentro del saco y comenzamos a entrar en calor, comenzaba a no sentir los dedos de los pies. El resto del grupo charla afuera y se prepara para cenar. Me duelen la punta de los dedos, buena señal comienzan a entrar en calor. Cenamos como buenamente podemos, a Juanjo no le entra ni un sopistant, estamos muy, muy cansados. Pocas veces he tenido esta sensación de no tener fuerzas ni para mover un dedo, esta maldita mochila tiene en gran parte la culpa. La sensación de retirada me invade, mañana cuando nos levantemos, ¡bajaremos! Estoy convencido. Hoy ha sido un día muy duro y mañana no podré continuar. Todavía queda luz cuando nos escurrimos en los sacos para dormir. Hemos acordado de no madrugar, ya que mañana se presagia mal tiempo. Cuando lo veamos con nuestros propios ojos, decidiremos.

SABADO 19, ABRIL DE 2003
He dormido como un lirón. Son las 7:30h. Hemos compartido tienda Papiol, Juanjo y yo. En la otra David, Neus y Ricard. Los sacos están mojados a causa de la condensación. Salimos al exterior, hace frío y las nubes envuelven las cimas. En la puerta del refugio hay mucha gente preparándose para partir hacia el Monte Perdido.
De repente nos animamos, me encuentro como nuevo y ahora que estoy aquí no pienso bajar sin intentarlo, a pesar de lo tarde que es y del tiempo que hace, vamos a probar suerte con el Monte Perdido. Juanjo esta agotado y decide quedarse en la tienda. Desayunamos rápidos, nos preparamos, visitamos el agradable y aromático lavabo del refugio más visitado del Pirineo y partimos hacia arriba. Son las 8:45h. Un poco tarde pero aquí estamos. Papi se ha puesto impaciente y ha salido 20 minutos antes que nosotros.
Comenzamos a ascender por la ladera nevada, siguiendo la traza de los muchos montañeros que ya han pasado por aquí. Las nubes, que cubren todas las cumbres, bajan de vez en cuando a envolvernos y taparnos a la vista el camino a seguir.
Caminamos supuestamente por el barranco de Góriz, por su parte derecha, junto a murallas de roca vertical con algún que otro témpano de hielo aferrado en sus oquedades. La ascensión se convierte en una superación de fajas o resaltes: una rampa empinada, un llano, otra rampa empinada, otro llano.
No somos los únicos que ascienden tan tarde.
Cada vez se hace notar más el cansancio, creo que básicamente por la altura. El paso es firme y constante, la nieve no esta en muy buenas condiciones, un poco podrida.
Mientras ascendemos tomo una decisión. Hoy volveremos a casa, así que debo darme prisa.
Comienzo a estar muy cansado, estoy pagando el esfuerzo de ayer. David, Neus y Ricard paran a comer algo, yo decido seguir.
De repente, tras superar una faja, me encuentro frente a mí el pequeño Lago Helado (2980 m.) apenas aprecio las murallas del otro lado, las nubes lo cubren todo. A partir de aquí me equipo: piolet y crampones.
Ahora la traza en la nieve gira a la derecha y asciende por una especie de arista. Lo que más me preocupa es la Escupidera, el punto negro de accidentes en el Pirineo. Un resbalón aquí te escupe hacia el vacío.
La visibilidad es pésima, apenas veo unos metros del paisaje que me envuelve. El camino se comienza a empinar considerablemente, a mi izquierda se puede intuir, entre la nieve y la niebla, una muralla rocosa. La subida se convierte en durísima y muy fatigosa, la inclinación de la pendiente es muy acentuada. Me encuentro muy cansado, apenas camino tres pasos y he de pararme a respirar profundamente. Desde el lago helado no me he cruzado con nadie y estoy solo entre la niebla.
De repente veo venir a cuatro personas. Justo en el momento en que la muralla de mi izquierda parece desaparecer y llego a un llano, me cruzo con ellos:
-Buenos días, ¿falta mucho para la escupidera?- pregunto a los cuatro montañeros
-Pues precisamente la acabas de pasar chavalote, estas en la antecima del Perdido, te faltan apenas unos metros- me explica uno de ellos con un acentillo de Bilbao bastante cerrado.
Un alivio y alegría me invaden a la vez, ya estoy casi y he pasado la escupidera sin percatarme de ello. Continuo el camino, los pocos metros que me separan de la cumbre se me hacen durísimos. Vislumbro siluetas, arriba, entre la niebla, una de ellos seguro que es el Papi. Lo llamo pero no obtengo respuesta alguna, así que continuo caminando mis últimos metros.
¡¡Por fin estoy arriba!! Monte Perdido (3355 m.) son las 12:35h. Papi ni se ha dado cuenta de quien acaba de llegar. Cuando me reconoce, salta de alegría.
-Pensaba que ya no ibais a subir, con el mal tiempo que hace- dice el canalla.
No se ve nada, las nubes nos envuelven completamente, es una lástima llegar hasta aquí para no poder disfrutar de los paisajes.
Nos fotografiamos, descansamos unos instantes y en vista de que el segundo equipo (David, Neus y Ricard) no asoma la cabeza por la cumbre, decidimos bajar a todo trapo.
Me interesa llegar cuanto antes a la tienda, para desmontar y poder bajar hoy, Juanjo no parecía encontrarse muy bien.
A mitad de la escupidera me encuentro con ellos. Están muy, muy cansados y quieren que los esperemos a que suban para volver juntos. Yo continuo bajando, si no desmonto pronto será demasiado tarde para bajar. Papiol los espera en el lago helado.
Cuando nos despedimos, la niebla se encuentra bastante cerrada y comienza a nevar levemente. Bajo la escupidera a toda velocidad hasta el lago helado, y de aquí comienzo a bajar fajas hasta el refugio. Bajo solo, me encuentro con algún grupo de montañeros descansando y comiendo.
Sobre las 13:50h llego al refugio de Góriz. Juanjo está descansando dentro de la tienda.
- ¿Ya vuelves? Me pregunta
- Sí y con el Perdido en el bolsillo, le respondo
Desmontamos nuestras cosas y preparamos las mochilas para el descenso. Afuera el tiempo no mejora. Al rato escuchamos llegar al equipo junto con Papi.
Ante mi gran asombro David me explica que no han podido hacer cumbre. Al salir de la escupidera, cuando ya sólo les faltaban unos metros la niebla se ha transformado en muy densa y ha comenzado a nevar con violencia. Al ver que la huella estaba quedando cubierta por la nieve, han preferido desistir y bajar a toda velocidad, en fin una lástima.
Nos tomamos unas birras y refrescos en el refugio, que por cierto está saturado de montañeros, nos despedimos y Juanjo y yo bajamos a toda prisa hacia la pradera de Ordesa.
A los pocos minutos de comenzar el descenso una leve lluvia hace acto de presencia y nos acompañara hasta la pradera. Llegamos a la pradera calados hasta los huesos sobre las 19:00h. Cargamos las mochilas en el bus y nos relajamos en los asientos, ha sido un día muy duro.
Sobre las 12.00h estamos en casa. Después de cuatro horas de conducción y una muy larga y dura jornada montañera.
El Monte Perdido ha sido la montaña más dura que he hecho nunca, pero a pesar del gran esfuerzo que me ha supuesto conquistarla y los pocos paisajes que he podido admirar, creo que para mí ha sido una montaña bella y que me costará olvidar esta cumbre, a pesar de no tener visibilidad a más de 10 metros.
Mi tercer tresmil (todavía un poco novato) es el tercer pico en altura de los Pirineos, curiosa casualidad.